El nacimiento de Bipolar Music
Bipolar Music nació como canal en youtube el 7 de abril de 2023.
Lo hizo con una serie de temas que peinaban conceptos muy conocidos en el ámbito de la salud mental y, más concretamente, dentro del marco del trastorno bipolar.
Primero de todo, querido lector, las presentaciones.
Detrás de Bipolar Music están un teclado sintetizador y un sujeto con muchas ganas de canalizar a través de la música.
El teclado no es otro que un Akai MPK mini, un modelo que, en conjunción con el programa Garage Band, otorga cientos de miles de posibilidades a la hora de crear.
En cuanto al sujeto que hay detrás del proyecto, soy yo.
Me llamo Víctor Fernández García, soy autor de las sagas literarias ‘Identidad’, ‘El Nexo’ y ‘Leyendas de Animalia’, narrador también el audiolibro ‘Ramírez y el volcán’ y un apasionado del dibujo a lápiz, además del asunto musical que nos ocupa.
Regresando al nacimiento de Bipolar Music, me gustaría contar una pequeña historia.
Recuerdo cómo, desde bien pequeño, junto con mis primos pasábamos agradables ratos trasteando un teclado Casio. Eran tiempos amables, de familias unidas y meriendas infinitas, y lo cierto es que no me puede dejar mejor sabor de boca cada reminiscencia de aquellos atardeceres sumidos en la parte más gamberra de la creatividad musical.
Crecí bajo el influjo de la banda musical de mi padre.
Sklat, Tempus Fugit y Vintage fueron nombres, para mí, con un claro elemento común: El piano Korg con el que se manejaba Clooney, que así conocemos por aquí al buen hombre.
Sin embargo, pese a sus muchos intentos por acercarme al portal creativo que representaba ese gran teclado, la vida me condujo a otras aficiones.
Mi desconocimiento a la hora de crear musicalizando resultó tan abrumador como generosa fue la dosis de información al respecto que me llevé en mi adolescencia. Ensayos y ensayos, a los que quizá acudía con los ojos cerrados, pero también con el corazón bien abierto.
La guitarra eléctrica me hacía fantasear con su práctica y aprendizaje y los gadgets del bajista me dejaban flipando de lo lindo. Alucinaba con la compleja mesa de sonido que trasteaba el cantante y sonreía al ver a mi padre dirigir el cotarro cuando alguna oveja se descarriaba.
Hasta el batería me hacía a veces entrega de las baquetas y el control de su flamante parafernalia, aunque lo máximo que lograba hacer nacer eran carcajadas al tocar el bombo como quien pisa algunos huevos.
Hasta aquí, la primera parte de la historia. La más amable.
Luego sigue ya la crónica de un verdadero, abrupto, cruel y absoluto descarrío: El mío propio.
Una excursión involuntaria a la locura, que, aparte de anular los más de 14 años que promedia perdidos toda persona bipolar, hizo trizas una realidad que terminó barrida y plagada de ruinas de un pasado mejor.
Aunque ya se sabe, de todo lo malo se aprende, y de esa amarga experiencia yo traté de enriquecer mi maltrecha psique, ya fuese armado de pluma, lápiz o, finalmente, un instrumento musical.
Sabía de los beneficios de la escritura como canal terapéutico. También de lo sedante del dibujo. Pero nunca imaginé que la creación musical fuese tan, tan, pero tan divertida.
A veces, al crecer, nos olvidamos de auténticas claves con las que dimos en nuestra m