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Sintió como el calor se colaba en su cuerpo por vez primera desde que apareció en ese lugar.

Abrió los ojos y lo vio todo difuminado, pues el mareo aún persistía.

Cuando trató de regresar mentalmente a los acontecimientos de la plaza, Conciencia se lo impidió.

Estaba quemando todos los documentos en la chimenea de su despacho, que encendida con una considerable llamarada, confundía a Tylerskar animándole a ponerse en pie, pese a que su cuerpo no respondía como debiera.

– Esto valdrá para que hagamos el viaje. – La voz grave y distante de su compañero sirvió de preámbulo para que extrañas imágenes primaverales fuesen aterrizando, una tras otra, en el interior de su cabeza.

 

Primero un paseo, una avenida, en la cual altos árboles frondosos resguardaban el lento avance de la alta sombra encapuchada que era Conciencia y el propio Tylerskar, quien dirigía miradas furtivas al primero, sin entender muy bien el propósito de todo aquello.

Más tarde el ir y venir de los ciudadanos, el ordenado y tranquilo tráfico de los coches, y la temperatura cálida en la que se entrometía suave una brisa agradable y tranquilizante, hicieron que se removiese un poco, hasta el punto de percatarse de que aún seguía en la litera del despacho de Conciencia.

 

<< No te queda demasiado tiempo aquí. >>

La voz provenía de fuera y dentro de su cabeza.

En lo que parecía ser una alucinación, Conciencia hablaba a su lado dirigiendo el paso en lo que se asemejaba a un lugar de ensueño.

En el poblado maldito donde no había cabida más que para los designios de un monstruo al mando de la dirección de los acontecimientos, la voz de Conciencia era apenas un susurro en su pensamiento.

<< Déjate llevar… >>

Con la vista perdida en los documentos que ardían a montones en la hoguera, fue haciéndose más palpable la realidad que se estaba construyendo paralelamente.

 

Súbitamente, Tylerskar reconoció un lugar.

Se trataba de la plaza de la taberna de Sueños Rotos, solo que estaba dispuesta de un modo muy diferente, y pertenecía a su vez a una época al parecer muy lejana.

En uno de los extremos de la plaza, la alta y oscura figura de Conciencia y un firme Tylerskar observaban la ajetreada vida de transeúntes y trabajadores.

En el centro de la plaza, al parecer, se estaban montando los prolegómenos a una festividad.

Entre varias manos subieron al poste, ese poste donde Rebeldía se encaramó para llamar la atención del poblado maldito, una pancarta donde al poco tiempo Tylerskar pudo leer las palabras “Nuestros Sueños”.

Un gritó proveniente de la taberna hizo que desviase su mirada.

Entrecerró incrédulo los ojos al ver la figura de Experiencia, ataviado con un delantal blanco sobre sus característicos ropajes irlandeses, animando a completar el trabajo a aquellas personas que montaban todo el escenario.

 

Un chaval se paseaba, en un su mundo, por el lugar.

Tylerskar se fijó en que, pese a ello, nadie le ignoraba.

La empatía, la misteriosa conexión que sintió, le obligó a preguntar.

– ¿Quién ese ese chico? – Conciencia no se movió ni un ápice. Pero tampoco demoró en responder.

– Niño es otro fundador. Nuestros Sueños no iba dirigido a gobernar ni a gestionar, pero despertó gran ilusión en todos aquellos que fueron contagiados de su energía.

Las preguntas de Tylerskar acerca de su propia identidad comenzaron a amontonarse en su cabeza. Aquello le hacía sentir repulsión.

– ¿Y de qué soy el fundador yo? ¿De Sueños Rotos?

– Sueños Rotos fue la inevitable consecuencia a una tragedia que cogió a todos desprevenidos. Tú trataste de hacer de Nuestros Sueños algo tangible, algo más real que la esencia de todo este poblado.

Tylerskar quedó mirando como entre las masas Esperanza caminaba con la compra bajo el brazo y una Ilusión con zapatos nuevos y vestido azul turquesa jugueteaba con ese Niño en un tablero pintado a tiza en el suelo. Como Resolución bromeaba con Experiencia asistiendo al montaje de la fiesta e incluso Rectitud se mostraba animado en su puesto de vigilante del local.

En aquellos tiempos, en aquél lugar, no había ni rastro del Monstruo.

 

Conciencia acabó con aquel bienestar.

 

<< El papel se acaba. >>

 

Lentamente abrió los ojos para ver como la hoguera se estaba consumiendo.

 

Hacía frío de nuevo.

Sintió nieve pisoteada bajo sus pies, de nuevo en la imparable marcha en la que había estado sumido durante toda esa jornada.

<< No olvides este lugar, ahora sabes cómo llegar. >>

Cuando quiso abrir los ojos, se encontró mirando al soldado que le acompañó al gélido poblado no hacía mucho.

Ahora también le escoltaba, pero en dirección contraria.

Un depósito en el costado de su pantalón militar dejaba ver la culata de su arma.

Tylerskar no temía por su vida.

Pero la cabeza le ardía en busca de respuestas, y el recuerdo de la aparición de Rebeldía, en esa misma avenida helada, con sus cascos y su tabaco de mascar, su chulesca actitud irreverente ante Sueños Rotos y su cabello en llamas, chocaba frontalmente con la imagen de su rostro golpeado y torturado, y finalmente destrozado, por los diferentes escalones del Partido.

 

Un Partido en cuyo Alto Mando alguien invencible campaba a sus anchas.

Un Partido establecido en un poblado cuya calidez se había extinguido.

Un Partido que le trataba de fundador y de amigo.

Era como la canción de Ilusión.

 

Sueños Rotos, Sueños Rotos, Sueños Rotos.

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